La Segunda Cristera en Los Altos de Jalisco

"La historia es una lucha entre los seguidores del único Rey de la creación y sus opositores comandados por Satanás y sus legiones. En ella los hombres son actores en favor de uno u otro".

viernes, 24 de abril de 2015

El 24 de abril, hace 100 años, Turquía empezó su genocidio de armenios: los intelectuales primero









Cristina Sánchez Aguilar/Alfa y Omega             
24 abril 2015

Movses Haneshanyan tiene 104 años y es el último superviviente vivo del genocidio armenio. Nació al pie de la montaña Musa Dagh en 1910, lugar que pasaría a la Historia por la resistencia del pueblo al ataque turco.

Cerca de 5.000 hombres, mujeres y niños se refugiaron en la montaña, donde evitaron el asedio. Movses y su familia no consiguieron subir: «Nos quedamos bloqueados en el pueblo», cuenta el anciano al periodista Xavier Moret, que acaba de publicar La memoria del Ararat, en la editorial Península.

«A un grupo nos deportaron al desierto, y a los que no podían andar los mataban a tiros. Incluso a mujeres embarazadas», recuerda.

Mientras caminaban por el desierto, un árabe que conocía al padre de Movses, compró su libertad y se los llevó a él y a su hijo a trabajar a sus campos. Esto les salvó la vida.

«Nos instalamos después en Siria hasta 1947, año en que nos fuimos a la Armenia soviética». Movses todavía se estremece cuando recuerda: «Vi el dolor y la crueldad cara a cara. Vi cómo mataban a muchos armenios y los echaban al río».

Movses Haneshanyan, de 104 años: al cumplirse el centenario de los hechos, es el último protagonista vivo que los recuerda: "vi como mataban a muchos y los echaban al río"

Cuentan los testimonios que el Éufrates bajaba teñido de rojo por la sangre. Por los asesinados, y por quienes se suicidaban por no poder soportar el horror.

Antes del gran genocidio, otras matanzas


En el siglo XV, el territorio armenio fue absorbido por el Imperio Otomano. Quienes no eran musulmanes dentro de este nuevo Estado, tenían menos derechos y pagaban más impuestos.

Fueron los armenios quienes, a finales del siglo XIX, exigieron la igualdad de derechos. Pero el Sultán Abdul Hamid II convocó al ejército para asegurarse de que los intentos de reforma de los armenios –término que se utilizaba para designar a todos los cristianos– fueran eliminados. Se estima que unas doscientas mil personas fueron asesinadas entre 1894 y 1896. Fue el avance del genocidio.

Un golpe militar colocó, en 1908, a los Jóvenes Turcos en el poder. Obligaron al Sultán a prescindir de sus funciones políticas. Fueron años más o menos tranquilos hasta 1913, año en que la región de los Balcanes se independizó del Imperio Otomano, lo que supuso la pérdida del 75% de su territorio en Europa.

«Fue aquí cuando llegó el miedo al desmoronamiento. Consideraban que Anatolia era el único territorio que les quedaba, y tenían que mantenerlo a toda costa», cuenta Fatma Muge, de ascendencia armenia y profesora de Sociología en la Universidad de Michigan. A esto se sumó la llegada a Estambul de refugiados musulmanes que vivían en la zona de los Balcanes.

«Si pudiese contar todos los horrores perpetrados por el enemigo, entenderíais qué les ha pasado a los pobres musulmanes. Nuestra ira es cada vez mayor. Venganza, no hay otra palabra», diría Enver Pasha, uno de los miembros del llamado Triunvirato que tomó el poder de los Jóvenes Turcos en 1913 e ideó el exterminio. Su prioridad era crear en Anatolia una tierra turca para los turcos.

La derrota contra Rusia en 1914


En diciembre de 1914, los otomanos invadieron Rusia. Fue un error estratégico capitaneado por Enver Pasha, y el resultado fue una derrota abrumadora. La consecuencia llegó meses después, cuando 120.000 soldados rusos, acompañados de armenios, entraron en territorio turco.

«Ver a sus súbditos luchando con el enemigo enfadó a los otomanos y empezaron a verlos como una amenaza para el Estado», cuenta Tessa Hofmann, profesora de estudios armenios de la Universidad de Ajarian, en Armenia. El Imperio Otomano masacró a los soldados armenios. Fue la primera etapa de la masacre.

El 24 de abril de 1915, el Gobierno otomano arrestó a 250 intelectuales armenios en Constantinopla. Los deportaron a una prisión, donde fueron torturados y asesinados.

«Si se aísla a la inteligencia, a la élite espiritual de un grupo, cuesta menos eliminar al resto de la nación, desorganizada y carente de líderes», asevera Hofmann.

El siguiente paso fue el arresto y deportación de los aldeanos. «Nos pilló de sorpresa», contaba una superviviente. «El día anterior estábamos pensando en la vendimia y al día siguiente un pregonero ordenó que teníamos que abandonar nuestra casa».

El desierto como arma de exterminio


Caminaron durante meses. La mayoría murió de cansancio y hambre. No todos iban a pie: había deportaciones en ferrocarril y morían de asfixia durante el viaje. Pero «la deportación no era el objetivo oficial, era sólo el término oficial. En realidad era un viaje de la muerte. El objetivo era agotarlos», cuenta Tessa; «no iban por el camino más corto, sino atravesando montañas o andando en círculos».

«Los que no podían seguir eran sacrificados. Era común ver cuerpos abandonados en las cunetas, o cuerpos de mujeres semidesnudas. Las violaciones a ancianas, mujeres y niñas se sucedían constantemente», contó otro de los supervivientes, ahora fallecido, que no quiso que su nombre trascendiera.

«Mi abuela maldijo en voz alta al Gobierno turco por su crueldad, y señalándonos a los niños dijo: ¿Qué mal han cometido ellos para ser sometidos a este sufrimiento? El gendarme la disparó sin compasión. Mi abuela quedó en la cuneta, sin que nadie llorara su muerte, ni enterrara a los muertos. Seguimos caminando».

Los asesinos no sólo fueron los esbirros del Estado turco. También lo fueron los propios lugareños, no sólo musulmanes. También participó la minoría kurda –quienes, por cierto, hoy defienden a los cristianos del Estado Islámico–.

Heleen Tanglu, turco, explica cómo su padre le contaba que los líderes locales les decían que, si matabas a un determinado número de armenios, las puertas del infierno se convertirían en las del cielo.

Los únicos supervivientes de esta gigantesca masacre fueron los que lograron llegar a la Armenia actual, entonces bajo dominio ruso, de Siria o del Líbano, o incluso de otros países como Francia.

El horror duró hasta 1923, año en que Atatürk creó un nuevo Estado turco.


O más bien hasta 2007, año en que un joven turco mató, en Estambul, al periodista armenio Hrant Dink, quien había sido condenado por violar el artículo 301 del Código Penal, por «insultar la identidad turca» en un artículo sobre la diáspora armenia. Lo asesinó a tiros en la calle.

Aun así, Turquía señala firmemente que lo que le sucedió al pueblo armenio no fue un genocidio. Defienden que lo ocurrido sólo fue la consecuencia de una guerra. Y aseguran que los armenios murieron al igual que otros muchos musulmanes.

[En Erevan, la capital armenia, el Estado mantiene un Museo del Genocidio Armenio (www.genocide-museum.am, web en inglés, francés, turco, ruso y armenio) inaugurado en 1995, al conmemorar los 80 años del inicio de las masacres. En la web se pueden ver fotos de cuerpos decapitados, cadáveres de niños, familias enteras quemadas vivas, etc.. siempre en grupos. Nota de ReL]



Fuente: http://www.religionenlibertad.com/el-24-de-abril-hace-100-anos-turquia-empezo-su-genocidio-42006.htm



sábado, 18 de abril de 2015

El genocidio armenio y el ecumenismo de la sangre




Jorge E. Traslosheros | Sábado 18 de Abril de 2015


El Papa denunció con claridad y contundencia el genocidio cometido contra los armenios hace cien años. Lo hizo en una ceremonia religiosa, durante la celebración de la Divina Misericordia, y un día después de haber publicado su bula convocando a un año jubilar extraordinario sobre el mismo tema.

La denuncia cayó muy mal al gobierno de Turquía que ha hecho de la negación del genocidio una política de Estado. La crisis diplomática es grave. El Papa ya sabía de la inevitabilidad del conflicto pues, por así decirlo, tenía la advertencia sobre su escritorio. No se arredró y llamó a las cosas por su nombre.

Los acontecimientos han sido bien publicitados. Sin embargo, hay ciertos aspectos que se han dejado de lado, sin los cuales el arrojo mostrado por el Papa corre el riesgo de perderse en el anecdotario político y vaciarse de significado. Sus acciones se comprenden mejor cuando las ponemos en la perspectiva ecuménica y las vemos desde el ministerio de quien es el sucesor de San Pedro.

1.- No estamos ante un error de cálculo diplomático del Vaticano, mucho menos ante una pifia del Papa. La diplomacia de la Santa Sede no existe para defender interés “nacional” alguno, como sería normal en cualquier Estado, sino para promover la paz con justicia en las relaciones internacionales y velar por el interés de los cristianos en el mundo, sin importar si están o no en comunión con Roma.

2.- Tres documentos del Papa explican su denuncia: el discurso antes de la liturgia, su homilía durante la misa y su homilía a la mañana siguiente en Santa Martha. En éstos dio las razones humanitarias e históricas contra el genocidio, alineándolo con los cometidos por nazis y estalinistas, para tender el puente hacia la tragedia que viven hoy los cristianos en Medio Oriente y África a manos del fundamentalismo islámico, ante el silencio ominoso de los poderosos del mundo; dio las razones de la fe al unir la cruz de Cristo a la sangre de los mártires de antaño y hogaño y; al día siguiente, explicó por qué la Iglesia no debe callar, ni perder su libertad, ante la urgencia del anuncio del Evangelio. En suma, Francisco demostró cómo el mantener la memoria, denunciar la injusticia y anunciar la unidad del martirio en Cristo son tres momentos de un sólo acontecimiento profético.



3.- A la liturgia en la Basílica de San Pedro asistieron la representación de la República de Armenia; el Patriarca de la Iglesia Apostólica de Armenia, que no está en plena comunión con Roma desde el Concilio de Calcedonia (452 d.C); así como el Patriarca de la Iglesia Católica de Armenia en comunión con Roma desde hace varias centurias. Ambas Iglesias comparten tradición, cultura, historia y un origen apostólico común, pero no son ni romanas, ni ortodoxas. Pertenecen a la tercera familia de cristianos de tradición apostólica denominados católicos orientales, quienes siguieron su propio camino después del Concilio de Calcedonia, de manera notable los coptos etíopes y egipcios del Patriarcado de Alejandría, a los cuales se sumaron otras Iglesias locales como la armenia.

A partir del Concilio Vaticano II el diálogo ecuménico con estas Iglesias ha tenido avances muy notables. Hoy sabemos que su separación del resto de la cristiandad no se debió tanto a razones teológicas, sino al rechazo de las pretensiones del emperador bizantino de igualar fidelidad religiosa y afiliación política. Ninguna de estas Iglesias lo aceptó pues vivían fuera, o querían permanecer al margen, de la dominación del Imperio Romano de Oriente.

4.- Fue notable cómo, durante la ceremonia, Francisco nombró doctor de la Iglesia a Gregorio Narek, santo del siglo décimo, quien es venerado y reconocido por ambas Iglesias armenias como uno de sus más grandes teólogos y místicos. El ecumenismo se confirmó en una herencia compartida por católicos romanos y católicos armenios.

5.- El Papa es el sucesor de San Pedro. Una de sus tareas más importantes es trabajar por la unidad de los cristianos, lo que ha tomado muchas formas a lo largo de la historia. La unidad nunca ha sido fácil y son muchas las razones que conspiran contra ella, siendo la más importante la falta de caridad.


Francisco ha dignificado el ministerio petrino en un acto de arrojo apostólico, aunque el mundo lo pueda juzgar de imprudencia diplomática. Él, Pedro, denunció el genocidio cometido contra los armenios, compartió la palabra de Cristo y celebró la eucaristía en su presencia. Sería difícil encontrar un acontecimiento tan dramático que señalara con semejante contundencia el ecumenismo de la sangre en la sangre de Cristo, al tiempo de abrir las puertas a la esperanza en la resurrección y la misericordia de Dios. El sucesor de Pedro nos ha dado una gran lección: la unidad de los cristianos no es un asunto de jurisdicción, sino de comunión y caridad, inalcanzables sin fuertes dosis de valentía.

Francisco no cometió un acto de imprudencia diplomática, sino de enorme valentía a tono con su vocación ecuménica, celo profético y fidelidad a su ministerio mostrados durante su pontificado. Desde la mirada del Señor de la misericordia, ha sido una jornada de júbilo y esperanza.



jorge.traslosheros@cisav.org Twitter: @jtraslos

Fuente: http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=257518

sábado, 11 de abril de 2015

Consecuencias de la aprobación del matrimonio homosexual

Los presbiterianos de EEUU redefinen el matrimonio...y pierden un tercio de sus fieles.


Tercera gran iglesia protestante en hacerlo; todas a la baja

El reverendo Anderson, gay militante y no casto, ordenado recientemente presbítero en PCUSA... el nuevo estándar presbiteriano
P.J.G./ReL | 19 marzo 2015


Dice Jesucristo en Mateo 19,5: "Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán una sola carne".


Pero los líderes de la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos (PCUSA, por sus siglas en inglés) han decidido por votación que la definición de matrimonio de Jesús ya no vale.


Lo de "ser una carne" no lo entendían desde que aceptaron la anticoncepción en los años 30 del siglo XX y desde que abrieron la puerta al divorcio, y ahora borran lo de "el hombre" que se une "a la mujer". Desde el pasado martes 17 de marzo las Constituciones de esta iglesia quedan enmendadas para que hablen, simplemente, de "un compromiso entre dos personas,” quitando las palabras “un hombre y una mujer.”
Con eso, PCUSA se convierte en una de las mayores iglesias de EEUU en redefinir el "matrimonio" como algo posible entre personas del mismo sexo.



Es un punto más en la deriva liberal de esta iglesia, que está perdiendo miembros a marchas forzadas a medida que los liberales imponen su visión de votación en votación, diga lo que diga Jesucristo sobre hombres y mujeres.
La PCUSA lleva varios años perdiendo fieles a ritmo ágil; en el año 2000 contaba con 2,5 millones de fieles, en 2006 eran 2,2 millones, y a finales de 2013 eran 1,7 millones. Es decir, en lo que va de siglo XXI, ha perdido un tercio de sus fieles.

Caos abigarrado en las vestiduras litúrgicas en esta ordenación de presbíteras de la PCUSA



Caos abigarrado en las vestiduras litúrgicas en esta ordenación de presbíteras de la PCUSA
A veces se trata de parroquias enteras que se van a otras denominaciones. Por ejemplo, en 2013 la PCUSA perdió 224 comunidades, de las que 148 se fueron a otras denominaciones.

Las otras iglesias grandes de EEUU que han redefinido el matrimonio para que no sean "un hombre y una mujer" como decía Jesús son los luteranos de la ELCA (una iglesia que nació en 1988 con 5,2 millones de miembros; en 2013 tenía ya sólo 3,8 millones) y los episcopalianos de ECUSA (eran también 2,5 millones en el año 2000, y 1,8 actualmente, con obispesas lesbianas y aceptación plena del aborto).
La nueva normativa presbiteriana permite a cualquier congregación de esta denominación celebrar "bodas gays". De los 171 presbiterios (zonas regionales) hay 41 que estaban en contra de la redefinición. "No hay nada en la enmienda que obligue a los ancianos y ancianas docentes a llevar a cabo una boda en contra de su voluntad o juicio. Tampoco hay nada que obligue a un consistorio a ir en contra de su voluntad o juicio", explican las autoridades, que piden "tolerancia mutua cuando diferimos".

La norma permite que una congregación o presbiterio pueda negarse a oficiar bodas gays, pero no está claro cómo puede afectar esto a la ley civil. Por ejemplo, si unos homosexuales quieren casarse en una parroquia de ECUSA y el pastor dice que sus convicciones religiosas no lo permiten, los denunciantes podrían alegar en un juicio civil que la religión de este pastor sí permite estas bodas y reclamar daños, perjuicios, etc...
El lobby gay presbiteriano se declaró encantado: “Tantas familias dirigidas por parejas LGBTQ han esperado décadas para entrar a este espacio creado para sus familias dentro de sus comunidades religiosas,” dijo el reverendo Robin White, líder del lobby “More Light Presbyterians”... sin dar cifras de esas "tantas".

En cambio, la líder del Comité Laico Presbiteriano, Carmen Fowler LaBerge, ha protestado recordando que la redefinición del matrimonio es contraria a la Biblia y como protesta anima a los miembros de PCUSA a no pagar diezmos ni donaciones mientras no se recupere la definición bíblica.



No parece que vaya a tener mucho éxito esta línea de protesta: una parroquia tan concienciada y organizada como para plantarse así preferirá más bien dejar PCUSA y unirse a otra denominación protestante conservadora, aunque sea más pequeña.



Las «iglesias negras» de Estados Unidos rompen relaciones con los presbiterianos por aprobar el «matrimonio homosexual»




6/04/15 InfoCatólica

La National Black Church Initiative (NBCI), una coalición de 34.000 «iglesias negras» de 15 denominaciones protestantes evangélicas, que representa a casi 16 millones de evangélicos de raza negra ha cortado todos los lazos con la Iglesia Presbiteriana de EE.UU. después de que dicha comunión eclesial votara a favor de aceptar el «matrimonio» entre homosexuales. La NBCI ha hecho además un llamamiento a los presbiterianos para que se conviertan y den marcha atrás a una decisión que consideran que cae bajo el anatema del que habla san Pablo en Gálatas.


El pastor Anthony Evans explica que con su decisión buscan exhortar a los hermanos y hermanas de la PCUSA a arrepentirse y restaurar la comunión. Y añade que «la NCBI y sus miembros se basan simplemte en la palabra de Dios y en la mente de Cristo»


«Ninguna iglesia tiene el derecho de cambiar la Palabra de Dios», dijo Evans. «Al votar la redifinición del matrimonio la PCUSA pierde automáticamente la gracia salvadora de Cristo».
Piden al resto de cristianos que hagan lo mismo.



La NBCI pide también al resto de la Cristiandad que haga lo mismo y rompa relaciones con quienes «han cambiado la Palabra de Dios».


sábado, 4 de abril de 2015

¡Ecce homo!





Padre Raniero Cantalamessa | 3 de abril de 2015

Acabamos de escuchar la historia del proceso de Jesús frente a Pilato. Hay un momento sobre el que debemos detenernos.

“Pilato mandó entonces azotar a Jesús. Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo, y acercándose, le decían: ‘¡Salve, rey de los judíos!’, y lo abofeteaban. Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dijo: ¡Ecce homo! ¡Aquí tienen al hombre! (Jn 19, 1-5).

Entre los numerosos cuadros que tienen por tema el Ecce Homo, hay uno que siempre me ha impresionado. Es del pintor flamenco del siglo XVI, Jan Mostaert, y se encuentra en la National Gallery de Londres. Trato de describirlo. Servirá para una mejor impresión en la mente del episodio, ya que el pintor describe fielmente con los colores los datos del relato evangélico, sobre todo el de Marco (Mc 15,16-20).

Jesús tiene en la cabeza una corona de espinas. Un haz de arbustos espinosos que se encontraba en el patio, preparado quizá para encender el fuego, dio a los soldados la idea de esta cruel parodia de su realeza. De la cabeza de Jesús descienden gotas de sangre. Tiene la boca medio abierta, como cuando cuesta respirar. Sobre los hombres ya tiene puesto el manto pesado y desgastado, más parecido al estaño que a una tela. ¡Y son hombros atravesados recientemente por los golpes de la flagelación! Tiene las muñecas unidas por una cuerda gruesa; en una mano le han puesto una caña en forma de cetro y en la otra un haz de varas, burlándose de los símbolos de su realeza. Jesús ya no puede ni mover un dedo, es el hombre reducido a la impotencia más total, el prototipo de todos los esposados de la historia.

Meditando sobre la Pasión, el filósofo Blaise Pascal escribió un día estas palabras: “Cristo agoniza hasta el final del mundo: no hay que dormir durante este tiempo” . Hay un sentido en el que estas palabras se aplican a la persona misma de Jesús, es decir a la cabeza del cuerpo místico, no solo a sus miembros. No, a pesar de que ahora está resucitado y vivo, sino precisamente porque está resucitado y vivo. Pero dejemos a parte este significado demasiado misteriosos para nosotros y hablemos del sentido más seguro de estas palabras. Jesús agoniza hasta el final del mundo en cada hombre y mujer sometido a sus mismos tormentos. “¡Lo habéis hecho a mí!” (Mt, 25, 40): esta palabra suya, no la ha dicho solo por los que creen en Él; la ha dicho por cada hombre y mujer hambriento, desnudo, maltratado, encarcelado.

Por una vez no pensamos en las llagas sociales, colectivas: el hambre, la pobreza, la injusticia, la explotación de los débiles. De estas se habla a menudo –aunque si nunca suficiente–, pero existe el riesgo de que se conviertan en abstracto. Categorías, no personas. Pensamos más bien en el sufrimiento de los individuos, en las personas con un nombre y una identidad precisa; además de las torturas decididas a sangre fría y realizadas voluntariamente, en este mismo momento, por seres humanos a otros seres humanos, incluso a niños.

¡Cuántos “Ecce homo” en el mundo! ¡Dios mío, cuántos “Ecce homo”! Cuántos prisioneros que se encuentran en las mismas condiciones de Jesús en el pretorio de Pilato: solos, esposados, torturados, a merced de militares ásperos y llenos de odios, que se abandonan a todo tipo de crueldad física y psicológica, divirtiéndose al ver sufrir. “¡No hay que dormir, no hay que dejarles solos!”

La exclamación “¡Ecce homo!” no se aplica solo a las víctimas, sino también a los verdugos. Quiere decir: ¡de esto es capaz el hombre! Con temor y temblor, decimos también: ¡de esto somos capaces los hombres! Qué lejos estamos de la marcha inagotable del homo sapiens, el hombre que, según algunos, debía nacer de la muerte de Dios y tomar su lugar.

* * *

Ciertamente, los cristianos no son las únicas víctimas de la violencia homicida que hay en el mundo, pero no se puede ignorar que en muchos países ellos son las víctimas designadas y más frecuentes. Jesús dijo un día a sus discípulos: “Llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios” (Jn 16, 2). Quizá nunca estas palabras han encontrado, en la historia, un cumplimiento tan puntual como hoy.

Un obispo del siglo III, Dionisio de Alejandría, nos dejó el testimonio de una Pascua celebrada por los cristianos durante la feroz persecución del emperador romano Decio: “Nos exiliaron y, solos entre todos, fuimos perseguido y asesinados. Pero también entonces celebramos la Pascua. Todo lugar donde se sufría se convertía para nosotros en un lugar para celebrar la fiesta: ya fuera un campo, un desierto, un barco, una posada, una prisión. Los mártires perfectos celebraron la fiestas pascuales más espléndidas, al ser admitidos a la fiesta celestial”. Será así para muchos cristianos también la Pascua de este año, el 2015 después de Cristo.

Ha habido alguno que ha tenido la valentía de denunciar, en la prensa laica, la inquietante indiferencia de las instituciones mundiales y de la opinión pública frente a todo esto, recordando a qué ha llevado tal indiferencia en el pasado. Corremos el riesgo de ser todos, instituciones y personas del mundo occidental, el Pilato que se lava las manos.

A nosotros, sin embargo, en este día no se nos consiente hacer ninguna denuncia.

Traicionaríamos el misterio que estamos celebrando. Jesús murió gritando: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34). Esta oración no es simplemente murmurada en voz baja; se grita para que se oiga bien. Es más, no es ni siquiera una oración, es una petición perentoria, hecha con la autoridad que le viene del ser el Hijo: “¡Padre, perdónalos!” Y ya que Él mismo ha dicho que el Padre escuchaba cada una de sus oraciones (Jn 11, 42), debemos creer que ha escuchado también esta última oración de la cruz, y que por tanto los que crucificaron a Cristo han sido perdonados por Dios (por supuesto, no sin antes haber tenido, de alguna manera, un arrepentimiento) y están con Él en el paraíso, testimoniando por la eternidad hasta donde ha sido capaz de llegar el amor de Dios.

La ignorancia se verificaba, de por sí, exclusivamente en los soldados. Pero la oración de Jesús no se limita a ellos. La grandeza divina de su perdón consiste en que es ofrecida también a sus más encarnizados enemigos. Justamente en favor de ellos aduce la disculpa de la ignorancia. Aunque hayan obrado con astucia y malicia, en realidad no sabían lo que hacían, ¡no pensaban que estaban poniendo en la cruz a un hombre que era realmente el Mesías e Hijo de Dios! En lugar de acusar a sus adversarios o de perdonar confiando al Padre Celeste la tarea de vengarlo, él los defiende.

Su ejemplo propone a los discípulos una generosidad infinita. Perdonar con su misma grandeza de ánimo no puede comportar simplemente una actitud negativa, con la que se renuncia a querer el mal para quien hace el mal; tiene que entenderse en cambio como una voluntad positiva de hacerles el bien, como mínimo con una oración hacia Dios, en favor de ellos. “Rezad por aquellos que os persiguen” (Mt 5, 44). Este perdón no puede encontrar ni siquiera una consolación en la esperanza de un castigo divino. Tiene que estar inspirado por una caridad que perdona al prójimo, sin cerrar entretanto los ojos delante a la verdad, mas bien intentando detener a los malvados de manera que no hagan más mal a los otros y a si mismos.

Nos viene ganas de decir: “¡Señor, nos pides lo imposible!”. Nos respondería: “Lo sé, pero yo he muerto para poder dar lo que os pido. No os he dado solo el mandamiento de perdonar y tampoco solo un ejemplo heroico de perdón; con mi muerte os he procurado la gracia que os vuelve capaces de perdonar. Yo no he dejado al mundo solo una enseñanza sobre la misericordia, como han hecho muchos otros. Yo soy también Dios y desde mi muerte he hecho partir para vosotros ríos de misericordia. De ellos pueden llenarse las manos en el año jubilar de la misericordia que está a punto de abrirse”.

* * *

¿Entonces -dirá alguno- seguir a Cristo es un volverse pasivo hacia la derrota y la muerte? ¡Al contrario! “Tengan coraje”, él le dijo a sus apóstoles antes de ir hacia la Pasión: “Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33). Cristo ha vencido al mundo, venciendo el mal del mundo. La victoria definitiva del bien sobre el mal, que se manifestará al final de los tiempos, ya vino, de derecho y de hecho, sobre la cruz de Cristo. Ahora -decía- es el juicio de este mundo”. (Jn 12, 31). Desde aquél día el mal pierde; y más pierde cuanto más parece triunfar.

Está ya juzgado y condenado en última instancia, con una sentencia inapelable.
Jesús le ha ganado a la violencia no oponiendo a esa una violencia más grande, pero sufriéndola y poniendo al desnudo toda su injusticia y su inutilidad. Ha inaugurado un nuevo género de victoria que san Agustín ha encerrado en tres palabras: “Victor quia victima – Vencedor porque víctima” . Fue “viéndolo morir así”, que el centurión romano exclamó: “¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!” (Mc 15,39). Los otros se preguntaban qué significaba el fuerte grito que Jesús emitió muriendo (Mc 15,37). Él que era experto en combatientes y combates, reconoció en seguida que era un grito de victoria.


El problema de la violencia nos acecha, nos escandaliza, hoy que esta ha inventado formas nuevas y horribles de crueldad y de barbarie. Nosotros los cristianos reaccionamos horrorizados a la idea que se pueda matar en nombre de Dios. Alguno entretanto objeta: ¿pero la Biblia no está ella misma llena de violencia? ¿Dios no es llamado “el Señor de los ejércitos?” No le es atribuida la orden de enviar al exterminio ciudades enteras? ¿No es él quien ordena en la Ley mosaica numerosos casos de pena de muerte?

Si se hubiera dirigido a Jesús durante su vida, la misma objeción, él habría respondido lo que respondió sobre el divorcio: “Por la dureza de vuestro corazón Moisés les ha permitido de repudiar a vuestras esposas, pero en el principio no era así” (Mt 19, 8). También a propósito de la violencia “al principio no era así”. El primer capítulo del Génesis nos presenta un mundo en el que no es ni siquiera pensable la violencia, ni entre los humanos, ni entre los hombres y los animales. Ni siquiera para vengar la muerte de Abel, o sea ni para castigar a un asesino, es lícito asesinar (Jn 4, 15).

El genuino pensamiento de Dios está expresado por el mandamiento “No asesinar”, más que por las excepciones hechas a esto en la Ley, que son concesiones a la “dureza del corazón” y a las costumbres de los hombres. La violencia, después del pecado hace parte lamentablemente de la vida y el Antiguo Testamento, que refleja la vida y que tiene que servir a la vida, busca al menos con su legislación y con la pena de muerte, canalizar y contener a la violencia para que no degenere en arbitrio personal y no se destruyan mutuamente.

Pablo habla de un tiempo caracterizado por la ‘tolerancia’ de Dios (Rm 3, 25). Dios tolera la violencia como tolera la poligamia, el divorcio y otras cosas, pero viene educando al pueblo hacia un tiempo en el que su plan originario será ‘recapitulado’ y puesto nuevamente en honor, como para una nueva creación. Este tiempo ha llegado con Jesús que, en el monte proclama: “Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’; pero yo os digo no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra… Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’; pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen” (Mt 5, 38-39; 43-44).

El verdadero “Discurso de la montaña” que ha cambiado el mundo no es entretanto el que Jesús pronunció un día en una colina de Galilea, sino aquel que proclama ahora, silenciosamente desde la cruz. En el Calvario él pronuncia un definitivo “¡no!” a la violencia, oponiendo a ella no simplemente la no-violencia, sino aún más el perdón, la mansedumbre y el amor. Si habrá aún violencia esta no podrá, ni siquiera remotamente, invocar a Dios y valerse de su autoridad. Hacerlo significa hacer retroceder la idea de Dios a situaciones primitivas y groseras, superadas por la conciencia religiosa y civil de la humanidad.

* * *

Los verdaderos mártires de Cristo no mueren con los puños cerrados, sino con las manos unidas. Hemos visto tantos ejemplos. Es Dios quien a los 21 cristianos cóptos asesinados por el ISIS en Libia el 22 de febrero pasado, les ha dado la fuerza de morir bajo los golpes, murmurando el nombre de Jesús. Y también nosotros recemos: Señor Jesucristo te pedimos por nuestros hermanos en la fe perseguidos, y por todos los Ecce homo que hay en este momento en la faz de la tierra, cristianos y no cristianos. María, a los pies de la cruz tu te has unido al Hijo y has murmurado detrás de él: “¡Padre perdónalos!”: ayúdanos a vencer el mal con el bien, no solo en el escenario grande del mundo, sino también en la vida cotidiana, dentro de las mismas paredes de nuestra casa. Tú que “sufriendo con el Hijo tuyo que moría en la cruz, has cooperado de una manera toda especial a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad” , inspira a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo pensamientos de paz, de misericordia y de perdón. Que así sea”.


Traduccion de Zenit


1. Blaise Pascal, “El mistero de Jesús” (Pensamientos, ed. Brunschvicg, n. 553).
2. F. Nietzsche, La gaya ciencia, III, 125.
3. Dionisio de Alejandría, en Eusebio, Historia eclesiástica, VII, 22, 4.
4. Ernesto Galli della Loggia, “La indiferencia que mata”, en “Corriere della sera” 28 de julio de 2014, p. 1.
5. S. Agustín, Confesiones, X, 43.
6. Cfr. F. Topping “An impossible God”.
7. Cfr. R. Girard, Des choses cachées depuis la fondation du monde, 1978. 8. Lumen gentium, n. 61.