La “pax” porfiriana
La triunfante rebelión de Tuxtepec en 1876, encabezada por Porfirio Díaz, aunada a la declaración de nulidad de las elecciones por fraude electoral que hizo José María Iglesias, Presidente de la Suprema Corte de Justicia, acabaron con el predominio del grupo liberal-masónico de Juárez y Lerdo de Tejada, y llevaron a la Presidencia de la República al general Díaz, que en ese primer periodo (diciembre de 1876 a noviembre de 1880), tuvo que dedicarse a combatir a los lerdistas y a las numerosas gavillas que asolaban en territorio nacional.
A este primer período le siguió en la presidencia Manuel González. Porfirio Díaz volvió al poder el 1° de diciembre de 1887 como ganador de las elecciones.
<<Se ha hecho decir a don Porfirio: ”No existen riquezas considerables en manos de la Iglesia, y no hay alzamiento populares sino cuando el pueblo se siente herido en sus tradiciones indesarraigables y en su legítima libertad de conciencia. La persecución de la Iglesia, esté implicado el clero o no, significa la guerra, y una guerra tal que el gobierno no puede ganarla sino contra su propio pueblo, gracias al apoyo humillante, despótico costoso y peligroso de los Estados Unidos. Sin su religión, México está perdido sin remedio.” Porfirio Díaz en su anhelo de unidad obsesionado como estaba por la amenaza expansionista norteamericana, quería gobernar por encima de las facciones al contrario que sus antecesores, que se habían mantenido en el poder identificándose con un grupo. Una Iglesia relativamente libre, cuyos obispos fueran capaces de apreciar el servicio prestado por el presidente, contribuiría a la unidad nacional, al apoyar al gobierno. Don Porfirio hacía, en cierto modo y por primera vez, la síntesis entre los irreconciliables, los jacobinos y los papistas. Mantenía la ley y la utilizaba para garantizar la coexistencia de voluntades divergentes en el interior de la sociedad. Conservaba los principios del liberalismo, y evitaba una aplicación abusiva de esos mismos principios. La “pax porfiriana” nació de este oportunismo notable, oportunismo tomado en el sentido de inteligencia política, oportunismo comparable al de un Clemenceau.>> [1]
<<Dio a conocer el Caudillo de Tuxtepec que era estadista cuando, conservando el principio de separación de la Iglesia y el Estado, se propuso acabar con la tarea de destrucción de la Iglesia por el Estado. Estableció relaciones personales con los miembros del alto clero, atendió a sus recomendaciones para emplear católicos, prohibió persecuciones y toleró la existencia de conventículos...>>[2] Al no tener ya razón de ser, el movimiento religionero desaparece.
Renacimiento católico durante la “pax porfiriana”
<<La “pax porfiriana” fue provechosa para la Iglesia, que efectuó en aquella época una verdadera reconquista: reforma interior, reorganización administrativa (13 nuevas diócesis fundadas entre 1867 y 1917), mejor formación de sacerdotes más numerosos (10 seminarios en 1851 y 29 en 1914), 3232 sacerdotes en 1851 y 4461 en 1910), encuadramiento de los seglares, progreso de la enseñanza dada por los religiosos, progreso de la prensa católica.
Sobre todo después de 1860, la Iglesia mexicana vuelve al pueblo, que había padecido sesenta años de revoluciones y guerras, y al campo, por lo general descuidado. Es curioso que el campo, que en siglo XX fue el bastión de la cristiandad, no siempre lo había sido. Antes de 1860, el clero era prácticamente urbano, y los campesinos formaban una cristiandad muchas veces sin sacerdotes, que no asistía a misa, por falta de cura. Esto se debía a que las órdenes religiosas habían disminuido; después de la independencia ya no había misiones franciscanas, los regulares se iban, y los únicos conventos que quedaban eran urbanos. La secularización había acentuado todavía más el proceso de urbanización. La muerte de los numerosos eclesiásticos que tomaran parte en las luchas de independencia, la expulsión de los españoles en 1829, la larga ausencia de los obispos (la situación no se normalizó hasta cerca de 1830; por entonces los seminaristas tenían que ir a Nueva Orleáns para hacerse ordenar), todo esto explica el abandono del campo. Después de 1860, se ven multiplicarse las nuevas parroquias, en tanto que precisamente la reforma desatiende a los campesinos. La reforma era urbana por sus elementos, su Ideología y sus preocupaciones; la emprendió contra la Iglesia urbana, y los liberales citaban como ejemplo, siguiendo la tradición rousseauniana, a los curas rurales […]
Fue, pues bajo el reinado de los liberales (1867-1910) cuando la Iglesia católica efectuó su reconquista: existe una correlación entre la alfabetización progresiva de los medios rurales y el aumento de la fe. El fenómeno es general; en el campo, el párroco alfabetiza y catequiza, la solidez de la fe está ligada a la intensa instrucción del nuevo clero que la trasmite a los fieles. Al mismo tiempo, los movimientos de acción cívica y social (jamás política) son otros tantos indicios de la vitalidad de este catolicismo […]
Por la misma época, la Iglesia entraba con vigor en el dominio social, después de la publicación de la encíclica Rerurm novarum. La aplicación de los principios cristianos en las relaciones entre patronos y obreros, propietarios y campesinos, capital y trabajo, pasó a ser la preocupación primordial de los obispos a partir de 1900; era aproximarse al dominio político que permanecía estrictamente vedado a los católicos. >> [3]
La encíclica Rerurm novarum de León XIII, publicada en 1891, caló hondamente entre los católicos mexicanos que se dieron a la tarea de fundar cajas Raiffeisen [4], mutualidades y círculos obreros católicos, que desembocarían en sindicatos católicos, inspirados por el activismo de los católicos alemanes. Este aspecto está totalmente borrado de la historia de México, pero... ¿se podría acaso decir que los primeros sindicatos de trabajadores fueron católicos? En octubre de 1908 se constituyó la “Unión Católica Obrera” y en diciembre de 1911 la “Confederación Católica Obrera”, que para 1913 agrupaba más de 14,500 obreros.
El Partido Católico Nacional (PCN)
Si bien la encíclica Rerurm novarum insistía en la participación de los católicos en la política, éstos sabían que no era el momento, ya que la “pax porfiriana” establecía como condición su abstención política; no obstante la famosa entrevista Creelman-Díaz, despertó en ellos, al igual que en Madero la idea de formar una oposición respetada. Así en el verano de 1908 el licenciado Gabriel Fernández Somellera, organiza el Círculo Católico Nacional. Pero es hasta el 3 de mayo de 1911, 22 días antes de la renuncia de Porfirio Díaz, cuando se funda el PCN. El día 11 de mayo de 1911, es aprobado su lema “Dios, Patria y Libertad”. Su primer presidente fue el licenciado Gabriel Fernández Somellera.
¡ Viva Cristo Rey !
[1] Jean Meyer, La Crístiada, Siglo XXI Editores, S.A. 3a.edición, 1974, 2°.Vól, Pág.44
[2] Francisco Bulnes, El verdadero Díaz y la Revolución, México, Ed. Nacional, 1964, Pág.91
[3] Jean Meyer, La Crístiada, Siglo XXI Editores, S.A. 3a.edición, 1974, 2°.Vól, Pág.45, 46
[4] Inspiradas en las cooperativas de ahorro y crédito agrícola, impulsadas por el alcalde y empresario alemán Friedrich Wilhelm Raiffeisen (1818-1888)
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