Sebastián Lerdo de Tejada |
Los “religioneros” 1874-1876
A la muerte de Juárez, el presidente Sebastián Lerdo de Tejada continúa con el plan gradualista de la masonería y del gobierno norteamericano elevando a rango constitucional las Leyes de Reforma, el 23 de septiembre de 1873; procediéndose en consecuencia a una nueva expulsión de los jesuitas y de las Hermanas de la Caridad, a las que Juárez había respetado, así mismo se expulsó a todo sacerdote extranjero, se prohibió cualquier manifestación religiosa afuera de los templos, y sobre todo se favoreció oficialmente la difusión del protestantismo, con el apoyo norteamericano.
La obligación de jurar la Constitución provocó motines en toda la República. Se produjeron motines urbanos en Morelia, Zinacatepec, Dolores Hidalgo, León y otros lugares. Hubo levantamientos armados en Jonacatepec, Temascaltepec y Tejupilco. El 9 de enero de 1874, Ignacio Ochoa y Eulogio Cárdenas (abuelo de Lázaro Cárdenas) tomaron Sahuayo. La insurrección prendió en los estados de Michoacán, Jalisco, Guanajuato, Querétaro y México, Hidalgo y Guerrero. No eran conservadores, ni gavilleros, eran campesinos que se levantan en defensa de su fe.
Siguiendo los pasos de Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada quiso perpetuarse en la presidencia, que había heredado como presidente de la Suprema Corte de Justicia a la muerte de Juárez, y que en fraudulentas elecciones había ganado en 1872 y 1876; ante lo cual el general José de la Cruz Porfirio Díaz Mori se sumó al Plan de Tuxtepec, que desconocía a Lerdo de Tejada. La victoria militar de los insurrectos hizo que Lerdo se refugiará en Estados Unidos.
Balance masónico-liberal
En tan solo 55 años las logias masónicas de Charleston y Nueva Orleáns fieles instrumentos del <<destino manifiesto>>, habían destrozado el proyecto del Imperio Mexicano de Agustín Iturbide y de la Gran Colombia de Simón Bolívar, reduciendo Centroamérica a un conjunto de “repúblicas bananeras”. México fue despojado de más de la mitad de su territorio, Guatemala de Belice y Panamá se convertiría en “protectorado” de Estados Unidos.
La población española había sido expulsada y su herencia e influencia cultural, combatidas, reivindicándose un indigenismo, que ni el mismo Benito Juárez protegió.
El despojo de las tierras de las comunidades indígenas –mediante las Leyes de Reforma- ocasionó que de 1854 a 1876 las haciendas disminuyeran de 6,092 a 5,700 y los ranchos grandes de 15,085 a 13,800 y que mientras en la primera mitad del siglo en los campos llegaba a faltar “gente para todas las operaciones de la agricultura” según comentaba el historiador Lucas Alamán, para esta época se iba incrementando el número de despojados que se unían a las haciendas en calidad de siervos.
El Ejército había sido minado con la intromisión de las logias masónicas y ya la oficialidad ostentaba además del grado militar un grado masónico, requisito indispensable para los ascensos.
La Iglesia cuya única opción era la desaparición, había sido despojada de todos sus bienes materiales y derechos civiles necesarios para efectuar su misión terrenal. Confinada a los templos, debería extinguirse inexorablemente con la muerte de los actuales sacerdotes y religiosos, puesto que ya no podía haber más profesión de votos por mandato constitucional. En su lugar se promovía el culto protestante con pastores importados de Norteamérica
La educación si ya desde antes de la Independencia se reconocía obligatoria y gratuita, ahora era además (anticatólica) bajo el rótulo de “laica”.
La masonería sustituyó el culto católico por un nuevo culto laico, en donde el decálogo era sustituido por la constitución -que los funcionarios públicos debían de jurar-, los dogmas religiosos fueron sustituidos por los dogmas liberales: el racionalismo, el evolucionismo, el positivismo. Los sacramentos fueron sustituidos por “el registro civil”, que ahora consignaba los nacimientos, y defunciones. Los matrimonios ya no fueron oficiados por un sacerdote, sino por un juez “de paz” que recitaba la epístola de Melchor Ocampo. Una nueva liturgia laica se fue desarrollando, presidida por el “gran santo inmaculado” Benito Juárez; a la cual se fueron añadiendo otras figuras. Con un riguroso calendario de festividades civiles, el laicismo, fue sustituyendo las festividades religiosas, sobreponiendo en algunos casos una sobre otra, verbigracia, la del 5 de febrero, en la que se sustituye la del primer santo mexicano -Felipe de Jesús- por la de la Constitución de 1857 y posteriormente por la de la Constitución de 1917.
¡ Viva Cristo Rey !
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