La Segunda Cristera en Los Altos de Jalisco

"La historia es una lucha entre los seguidores del único Rey de la creación y sus opositores comandados por Satanás y sus legiones. En ella los hombres son actores en favor de uno u otro".

miércoles, 28 de enero de 2015

Antecedentes históricos de la Cristiada IV (La Pax porfiriana y la Rerum novarum)

Porfirio Díaz en su primer periodo presidencial

La “pax” porfiriana


La triunfante rebelión de Tuxtepec en 1876, encabezada por Porfirio Díaz, aunada a la declaración de nulidad de las elecciones por fraude electoral que hizo José María Iglesias, Presidente de la Suprema Corte de Justicia, acabaron con el predominio del grupo liberal-masónico de Juárez y Lerdo de Tejada, y llevaron a la Presidencia de la República al general Díaz, que en ese primer periodo (diciembre de 1876 a noviembre de 1880), tuvo que dedicarse a combatir a los lerdistas y a las numerosas gavillas que asolaban en territorio nacional.

A este primer período le siguió en la presidencia Manuel González. Porfirio Díaz volvió al poder el 1° de diciembre de 1887 como ganador de las elecciones.

<<Se ha hecho decir a don Porfirio: ”No existen riquezas considerables en manos de la Iglesia, y no hay alzamiento populares sino cuando el pueblo se siente herido en sus tradiciones indesarraigables y en su legítima libertad de conciencia. La persecución de la Iglesia, esté implicado el clero o no, significa la guerra, y una guerra tal que el gobierno no puede ganarla sino contra su propio pueblo, gracias al apoyo humillante, despótico costoso y peligroso de los Estados Unidos. Sin su religión, México está perdido sin remedio.” Porfirio Díaz en su anhelo de unidad obsesionado como estaba por la amenaza expansionista norteamericana, quería gobernar por encima de las facciones al contrario que sus antecesores, que se habían mantenido en el poder identificándose con un grupo. Una Iglesia relativamente libre, cuyos obispos fueran capaces de apreciar el servicio prestado por el presidente, contribuiría a la unidad nacional, al apoyar al gobierno. Don Porfirio hacía, en cierto modo y por primera vez, la síntesis entre los irreconciliables, los jacobinos y los papistas. Mantenía la ley y la utilizaba para garantizar la coexistencia de voluntades divergentes en el interior de la sociedad. Conservaba los principios del liberalismo, y evitaba una aplicación abusiva de esos mismos principios. La “pax porfiriana” nació de este oportunismo notable, oportunismo tomado en el sentido de inteligencia política, oportunismo comparable al de un Clemenceau.>> [1]

<<Dio a conocer el Caudillo de Tuxtepec que era estadista cuando, conservando el principio de separación de la Iglesia y el Estado, se propuso acabar con la tarea de destrucción de la Iglesia por el Estado. Estableció relaciones personales con los miembros del alto clero, atendió a sus recomendaciones para emplear católicos, prohibió persecuciones y toleró la existencia de conventículos...>>[2] Al no tener ya razón de ser, el movimiento religionero desaparece.


Renacimiento católico durante la “pax porfiriana”



<<La “pax porfiriana” fue provechosa para la Iglesia, que efectuó en aquella época una verdadera reconquista: reforma interior, reorganización administrativa (13 nuevas diócesis fundadas entre 1867 y 1917), mejor formación de sacerdotes más numerosos (10 seminarios en 1851 y 29 en 1914), 3232 sacerdotes en 1851 y 4461 en 1910), encuadramiento de los seglares, progreso de la enseñanza dada por los religiosos, progreso de la prensa católica.

Sobre todo después de 1860, la Iglesia mexicana vuelve al pueblo, que había padecido sesenta años de revoluciones y guerras, y al campo, por lo general descuidado. Es curioso que el campo, que en siglo XX fue el bastión de la cristiandad, no siempre lo había sido. Antes de 1860, el clero era prácticamente urbano, y los campesinos formaban una cristiandad muchas veces sin sacerdotes, que no asistía a misa, por falta de cura. Esto se debía a que las órdenes religiosas habían disminuido; después de la independencia ya no había misiones franciscanas, los regulares se iban, y los únicos conventos que quedaban eran urbanos. La secularización había acentuado todavía más el proceso de urbanización. La muerte de los numerosos eclesiásticos que tomaran parte en las luchas de independencia, la expulsión de los españoles en 1829, la larga ausencia de los obispos (la situación no se normalizó hasta cerca de 1830; por entonces los seminaristas tenían que ir a Nueva Orleáns para hacerse ordenar), todo esto explica el abandono del campo. Después de 1860, se ven multiplicarse las nuevas parroquias, en tanto que precisamente la reforma desatiende a los campesinos. La reforma era urbana por sus elementos, su Ideología y sus preocupaciones; la emprendió contra la Iglesia urbana, y los liberales citaban como ejemplo, siguiendo la tradición rousseauniana, a los curas rurales […]

Fue, pues bajo el reinado de los liberales (1867-1910) cuando la Iglesia católica efectuó su reconquista: existe una correlación entre la alfabetización progresiva de los medios rurales y el aumento de la fe. El fenómeno es general; en el campo, el párroco alfabetiza y catequiza, la solidez de la fe está ligada a la intensa instrucción del nuevo clero que la trasmite a los fieles. Al mismo tiempo, los movimientos de acción cívica y social (jamás política) son otros tantos indicios de la vitalidad de este catolicismo […]






Por la misma época, la Iglesia entraba con vigor en el dominio social, después de la publicación de la encíclica Rerurm novarum. La aplicación de los principios cristianos en las relaciones entre patronos y obreros, propietarios y campesinos, capital y trabajo, pasó a ser la preocupación primordial de los obispos a partir de 1900; era aproximarse al dominio político que permanecía estrictamente vedado a los católicos. >> [3]

La encíclica Rerurm novarum de León XIII, publicada en 1891, caló hondamente entre los católicos mexicanos que se dieron a la tarea de fundar cajas Raiffeisen [4], mutualidades y círculos obreros católicos, que desembocarían en sindicatos católicos, inspirados por el activismo de los católicos alemanes. Este aspecto está totalmente borrado de la historia de México, pero... ¿se podría acaso decir que los primeros sindicatos de trabajadores fueron católicos? En octubre de 1908 se constituyó la “Unión Católica Obrera” y en diciembre de 1911 la “Confederación Católica Obrera”, que para 1913 agrupaba más de 14,500 obreros.

El Partido Católico Nacional (PCN)


Si bien la encíclica Rerurm novarum insistía en la participación de los católicos en la política, éstos sabían que no era el momento, ya que la “pax porfiriana” establecía como condición su abstención política; no obstante la famosa entrevista Creelman-Díaz, despertó en ellos, al igual que en Madero la idea de formar una oposición respetada. Así en el verano de 1908 el licenciado Gabriel Fernández Somellera, organiza el Círculo Católico Nacional. Pero es hasta el 3 de mayo de 1911, 22 días antes de la renuncia de Porfirio Díaz, cuando se funda el PCN. El día 11 de mayo de 1911, es aprobado su lema “Dios, Patria y Libertad”. Su primer presidente fue el licenciado Gabriel Fernández Somellera.







¡ Viva Cristo Rey !





[1] Jean Meyer, La Crístiada, Siglo XXI Editores, S.A. 3a.edición, 1974, 2°.Vól, Pág.44

[2] Francisco Bulnes, El verdadero Díaz y la Revolución, México, Ed. Nacional, 1964, Pág.91

[3] Jean Meyer, La Crístiada, Siglo XXI Editores, S.A. 3a.edición, 1974, 2°.Vól, Pág.45, 46
[4] Inspiradas en las cooperativas de ahorro y crédito agrícola, impulsadas por el alcalde y empresario alemán Friedrich Wilhelm Raiffeisen (1818-1888)

sábado, 10 de enero de 2015

Antecedentes históricos de la Cristiada III (Leyes de Reforma-Lerdo de Tejada)


Sebastián Lerdo de Tejada

Los “religioneros” 1874-1876



A la muerte de Juárez, el presidente Sebastián Lerdo de Tejada continúa con el plan gradualista de la masonería y del gobierno norteamericano elevando a rango constitucional las Leyes de Reforma, el 23 de septiembre de 1873; procediéndose en consecuencia a una nueva expulsión de los jesuitas y de las Hermanas de la Caridad, a las que Juárez había respetado, así mismo se expulsó a todo sacerdote extranjero, se prohibió cualquier manifestación religiosa afuera de los templos, y sobre todo se favoreció oficialmente la difusión del protestantismo, con el apoyo norteamericano.

La obligación de jurar la Constitución provocó motines en toda la República. Se produjeron motines urbanos en Morelia, Zinacatepec, Dolores Hidalgo, León y otros lugares. Hubo levantamientos armados en Jonacatepec, Temascaltepec y Tejupilco. El 9 de enero de 1874, Ignacio Ochoa y Eulogio Cárdenas (abuelo de Lázaro Cárdenas) tomaron Sahuayo. La insurrección prendió en los estados de Michoacán, Jalisco, Guanajuato, Querétaro y México, Hidalgo y Guerrero. No eran conservadores, ni gavilleros, eran campesinos que se levantan en defensa de su fe.

Siguiendo los pasos de Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada quiso perpetuarse en la presidencia, que había heredado como presidente de la Suprema Corte de Justicia a la muerte de Juárez, y que en fraudulentas elecciones había ganado en 1872 y 1876; ante lo cual el general José de la Cruz Porfirio Díaz Mori se sumó al Plan de Tuxtepec, que desconocía a Lerdo de Tejada. La victoria militar de los insurrectos hizo que Lerdo se refugiará en Estados Unidos.



Balance masónico-liberal



En tan solo 55 años las logias masónicas de Charleston y Nueva Orleáns fieles instrumentos del <<destino manifiesto>>, habían destrozado el proyecto del Imperio Mexicano de Agustín Iturbide y de la Gran Colombia de Simón Bolívar, reduciendo Centroamérica a un conjunto de “repúblicas bananeras”. México fue despojado de más de la mitad de su territorio, Guatemala de Belice y Panamá se convertiría en “protectorado” de Estados Unidos.

La población española había sido expulsada y su herencia e influencia cultural, combatidas, reivindicándose un indigenismo, que ni el mismo Benito Juárez protegió.

El despojo de las tierras de las comunidades indígenas –mediante las Leyes de Reforma- ocasionó que de 1854 a 1876 las haciendas disminuyeran de 6,092 a 5,700 y los ranchos grandes de 15,085 a 13,800 y que mientras en la primera mitad del siglo en los campos llegaba a faltar “gente para todas las operaciones de la agricultura” según comentaba el historiador Lucas Alamán, para esta época se iba incrementando el número de despojados que se unían a las haciendas en calidad de siervos.

El Ejército había sido minado con la intromisión de las logias masónicas y ya la oficialidad ostentaba además del grado militar un grado masónico, requisito indispensable para los ascensos.

La Iglesia cuya única opción era la desaparición, había sido despojada de todos sus bienes materiales y derechos civiles necesarios para efectuar su misión terrenal. Confinada a los templos, debería extinguirse inexorablemente con la muerte de los actuales sacerdotes y religiosos, puesto que ya no podía haber más profesión de votos por mandato constitucional. En su lugar se promovía el culto protestante con pastores importados de Norteamérica

La educación si ya desde antes de la Independencia se reconocía obligatoria y gratuita, ahora era además (anticatólica) bajo el rótulo de “laica”.

La masonería sustituyó el culto católico por un nuevo culto laico, en donde el decálogo era sustituido por la constitución -que los funcionarios públicos debían de jurar-, los dogmas religiosos fueron sustituidos por los dogmas liberales: el racionalismo, el evolucionismo, el positivismo. Los sacramentos fueron sustituidos por “el registro civil”, que ahora consignaba los nacimientos, y defunciones. Los matrimonios ya no fueron oficiados por un sacerdote, sino por un juez “de paz” que recitaba la epístola de Melchor Ocampo. Una nueva liturgia laica se fue desarrollando, presidida por el “gran santo inmaculado” Benito Juárez; a la cual se fueron añadiendo otras figuras. Con un riguroso calendario de festividades civiles, el laicismo, fue sustituyendo las festividades religiosas, sobreponiendo en algunos casos una sobre otra, verbigracia, la del 5 de febrero, en la que se sustituye la del primer santo mexicano -Felipe de Jesús- por la de la Constitución de 1857 y posteriormente por la de la Constitución de 1917.





¡ Viva Cristo Rey !



sábado, 3 de enero de 2015

Antecedentes históricos de la Cristiada II (La leyes liberales contra la Iglesia)

Mandil y banda de Benito Juárez


Desde las logias masónicas se daban las instrucciones a los liberales, para acotar, debilitar y arrebatar a la Iglesia Católica sus propiedades y la enseñanza; teniendo como modelo y antecedente, la sujeción que había ejercido la monarquía española hacia la Iglesia Católica a través del “Patronato”. Pero ya no se trataba sólo de sojuzgarla, ahora se trataba más bien de eliminarla. Los pasos a seguir serían la Ley Juárez, la Ley Lerdo, la Constitución de 1857, y finalmente la puntilla la darían las Leyes de Reforma de 1859.


Ley Juárez, Ley Lerdo, Constitución de 1857



A fines de 1855 se aprobó la Ley Juárez –llamada así por haber sido Benito Pablo Juárez García su autor-, la cual establecía que los asunto civiles pasarían a jueces ordinarios en lugar de hacerlo a tribunales eclesiásticos y militares. Interfiriendo en la vida de la Iglesia, se atentaba contra el Derecho Canónico al decretar que el fuero eclesiástico –conjunto de leyes y tribunales de la Iglesia- en los delitos comunes cometidos por clérigos y religiosos, era renunciable.



Cómo el Supremo Tribunal de Justicia protestó porque ésta ley no se discutió públicamente, fue disuelto.

La Ley Juárez provocó alzamientos aislados en la sierra de Puebla y en la sierra Gorda, que no tenían nada que ver con los conservadores.

Se inició una persecución contra civiles y militares conservadores, tal fue el caso de el destierro de Antonio Haro y Tamariz, el encarcelamiento de los generales Rómulo Díaz de la Vega, y Blancarte, del escritor Ignacio Aguilar y Machado, etc.

El congreso aprobó otras dos medidas antieclesiásticas como fueron la supresión de la Compañía de Jesús y la prohibición de los votos religiosos.

El 25 de junio de 1856 se promulgó la Ley de Desamortización de Fincas Rústicas y Urbanas Propiedad de Corporaciones Civiles y Religiosas ó Ley Lerdo –por haber sido preparada por Miguel Lerdo de Tejada-. Aunque también se le conoció como Ley de Desamortización de Bienes de Manos Muertas, la realidad era que, comprendía a propiedades arrendadas, tierras comunales indígenas, colegios, hospitales, orfanatos, casas de cuna, asilos, etc. La consecuencia de esta ley fue la desaparición de los servicios asistenciales que prestaba la Iglesia y la creación de latifundios al despojarse a las poblaciones indígenas de las tierras que la Corona española había respetado. Todas estas disposiciones fueron acogidas en la Constitución del 5 de febrero de 1857, que establecía en su artículo 3° el impedimento de la Iglesia a la educación, bajo el precepto de “libertad de enseñanza”. En el 5° desautorizaba los votos religiosos, condenando tácitamente la existencia de órdenes religiosas. Prohibió en su artículo 13° el fuero eclesiástico; y el militar quedo reducido a faltas contra la disciplina militar. El artículo 27° negó a las corporaciones civiles y eclesiásticas la capacidad de poseer bienes raíces, con la única excepción de los templos. El artículo 123 daba a los poderes federales la posibilidad de intervenir en materia de culto y disciplina externa, con lo que la Iglesia quedaba supeditada al gobierno.

Los primeros en desconocer la Constitución fueron los liberales moderados como el presidente Ignacio Comonfort, Manuel Payno, Juan José Baz, el general Félix Zuloaga, quienes mediante el Plan de Tacubaya pedían se estableciera un Congreso cuya misión sería “la de redactar una Constitución” que estuviese “en armonía con la voluntad de la nación, protegiendo los verdaderos intereses del pueblo”.

El acoso a los militares conservadores y a la iglesia fue lo que llevó a que se levantaran en armas generales como Luís G. Osollo y Miguel Miramón que tomaron la capital, ante lo cual el titubeante Comonfort (que luego habría de desconocer el plan de Tacubaya), dio tiempo a que Benito Juárez –que en todo momento estuvo al tanto de las decisiones de Comonfort-, fuera nombrado presidente de la Suprema Corte de Justicia. Los representantes de 27 estados nombraron presidente interino al general Félix Zuloaga. Benito Juárez entonces presidente de la Suprema Corte de Justicia huyó a Querétaro reclamando para sí la Presidencia, luego marchó a Guanajuato y a Guadalajara.


La Guerra de Reforma o Guerra de los Tres años



No fue sólo una guerra civil entre dos presidentes –Zuloaga y Juárez- motivada por la promulgación y posterior desconocimiento de una Constitución, mucho menos fue un conflicto alentado por el “alto clero”, fue resultado del atentado contra las creencias del pueblo eminentemente religioso. La influencia que si se advierte es la de Estados Unidos que a través del embajador Forsyth ofrece a Zuloaga el 22 de marzo de 1858, 25 millones de pesos por Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo león y Tamaulipas, ofrecimiento que es rechazado y lleva a EE. UU., al rompimiento de relaciones con Zuloaga. En el terreno militar la ayuda económica y en armamento de última generación como los rifles de precisión Misissippi y Sharp ayudan a ganar batallas a los liberales. También se dan intervenciones directas de norteamericanos como el batallón de rifleros comandado por Joe Chesman que combate con Santos Degollado en Guadalajara. Cinco cadáveres de norteamericanos y el del capitán Green son encontrados entre los muertos de la batalla de Tacubaya, y las más ostensible es cuando el general Miramón sitia a Veracruz –donde se encontraba Juárez a su regreso de New Orleáns-, por tierra y mar; cuando repentinamente tres barcos de la marina estadounidense atacan a los 2 barcos mexicanos, capturándolos y conduciéndolos a New Orleans.

Es en esta época cuando se celebra el Tratado MacLane-Ocampo que concedía a EE. UU. el derecho de tránsito a perpetuidad por tres vías: una en el Istmo de Tehuantepec, otra de El Paso, Texas a Guaymas y otra de algún punto del Río Grande o Nogales a Mazatlán, más el permiso al gobierno estadounidense para proteger esas vías con soldados yanquis. Los derechos aduanales en dichas vías serían al arbitrio de EE. UU., es decir, México quedaba reducido a colonia de Estados Unidos.



Si bien el protocolo original contenía la cesión de Baja California a cambio de una indemnización, el texto definitivo denota un cambio en la política norteamericana que se refleja ya en la comentada misiva del 8 de noviembre de 1856 del embajador John Forsyth a William L. Marcy, cuando afirmaba “… ¿no podríamos nosotros gozar de todos los frutos de una anexión, sin sus responsabilidades y sus daños? ¿no podríamos nosotros asegurar para nuestros compatriotas el usufructo de los ricos recursos del territorio mexicano, sin el peligro de introducir en nuestro sistema social y político a las ignorantes masas del pueblo mexicano?” La geopolítica operó a nuestro favor en este caso, ya que las diferencias entre los estados de norte y del sur en Estados Unidos que se iban incrementando, hicieron que no fueran apoyadas las pretensiones de anexar más territorio mexicano, de una nueva invasión, ni la de aprobar el Tratado MacLane-Ocampo declarado como “infame” por senadores norteños. Otra situación que operó a nuestro favor fue que el 6 de noviembre de 1860 es elegido presidente de los Estados Unidos Abraham Lincoln, candidato de naciente Partido Republicano, cuya posición antiesclavista era conocida.


Las Leyes de Reforma


El gran santo del liberalismo
Expedidas a partir del 12 de julio de 1859 en Veracruz, eran desde su principio, anticonstitucionales y sin validez legal, dado que no fueron sancionadas por el Congreso. El manifiesto que las había precedido acusaba al clero de haber promovido y sostenido la guerra, a resultas de los cuál se expedían tales leyes. Era pues “el aniquilamiento del poder moral, político y monetario de la Iglesia” del que hablaba John Forsyth, en 1856.



Resumiendo estas leyes disponían:

· La confiscación por el gobierno de todos los bienes muebles e inmuebles pertenecientes a la Iglesia.
· La supresión de todas las órdenes religiosas de varones, las órdenes de religiosas subsistirían hasta su extinción natural, puesto que se suprimían los noviciados y los votos religiosos.
· Establecimiento del matrimonio civil en lugar del eclesiástico.
· Establecimiento del registro civil, cuya función venía ejerciendo la Iglesia
· Secularización (estatización) de los cementerios, que anteriormente administraba la Iglesia.
· Supresión de fiestas religiosas, con prohibición a los funcionarios de gobierno para asistir en cuanto tales, a ceremonias religiosas.
· Implantación de la libertad de cultos (con excepción del católico, que quedaba sojuzgado al gobierno)

Simultáneamente el gobierno de Juárez, a través de Melchor Ocampo dio su apoyo en octubre de 1859, a una iglesia cismática, la “Iglesia Mexicana”, y apoyo la importación de ministros de Iglesias protestantes.

Finalmente el gobierno liberal de Juárez se establece en la capital del 25 de diciembre de 1860, aunque los jefes conservadores continúan al frente de grupos guerrilleros.

Se agregaron nuevas leyes reformistas a las ya existentes consistentes en:

· Secularización (estatización) de hospitales y establecimientos de beneficencia.
· Supresión de los cabildos eclesiásticos.
· Supresión de las comunidades religiosas, con excepción de las Hermanas de la Caridad.

Se persiguió a los obispos y católicos opuestos a la reforma y a los liberales que se oponían al Tratado MacLane-Ocampo.

La confiscación de los bienes de la Iglesia que fue a parar a manos de “eminentes liberales” no ayudo en nada al país, en tanto que las Leyes de Reforma si le crearon nuevas obligaciones burocráticas y económicas al gobierno como eran la administración de los servicios de registro civil y sobre todo de los servicios de educación, asistencia social y beneficencia pública que anteriormente proporcionaba la Iglesia y que sufragaba con los <<bienes de manos muertas>>.

Ante la quiebra de la economía juarista, la masonería estadounidense, previendo una posible intervención de Europa por la deuda acumulada, propuso a Juárez a través del embajador Tomas Corwin, un préstamo de once millones de pesos para que se pudiera pagar a los tenedores extranjeros de bonos mexicanos; obviamente el ofrecimiento llevaba una segunda intención: se garantizaría hipotecando a favor de los EE. UU., los terrenos públicos no vendidos y los bienes expropiados al clero. Si bien el presidente Lincoln estuvo de acuerdo al principio, finalmente ni él ni la mayoría del Senado quisieron ratificar el ahora Tratado Corwin-Doblado.


La consecuencia del desastre financiero del gobierno liberal fue la suspensión de pagos de la deuda externa, decretada el 17 de julio de 1861 y la consecuente intervención francesa.




¡Viva Cristo Rey!